Alicante en el siglo XVIII

La imagen del siglo XVIII como centuria rica en profundas transformaciones internas y de impulso económico notable ha quedado plenamente demostrada por la reciente historiografía española, pero es sabido que la Península Ibérica no responde de forma uniforme al proceso setecentista, sino que la intensidad de las nuevas corrientes es mayor en las piezas periféricas de lo que Domínguez Ortiz ha denominado mosaico español que en la España interior que, sin escapar a su campo de acción, se mostró más resistente a la dinámica del cambio. Núcleos litorales como San Sebastián, Bilbao, Santander, La Coruña, Cádiz, Málaga, Alicante, Valencia y, sobre todo, Barcelona, pasan por ser ejemplos significativos del empuje social y económico de la periferia, viendo crecer sus recursos y su nivel de vida, como lo atestiguan los trabajos de Fernández Albadalejo, Tellechea, Fernández de Pinedo, Palacio Attard, García Lombardero, García-Baquero, Alonso Alvarez, López González, José Miguel Palop y la copiosa y trascendente obra de Pierre Vilar sobre la Cataluña moderna, entre otros. Siendo claro que el siglo XVIII señala un punto de inflexión decisivo entre anticuadas formas económicas y nuevas formas expansivas, también es cierto que cada uno de los núcleos urbanos citados tiene un grado de desarrollo de carácter específico, con condicionantes propios que, como es obvio, influirán en su devenir futuro.

El presente trabajo que estudia la realidad económica de una ciudad periférica durante el siglo XVIII, tiene como objetivo prioritario analizar las condiciones en que se desarrolla el núcleo alicantino y su ámbito agrario de influencia entre dos momentos significativos: la Guerra de Sucesión, que supone daños cuantiosos por el largo asedio, la dispersión de un considerable número de sus habitantes y la instauración de un régimen político y fiscal novedoso, y por otra parte, la epidemia de 1804 que señala el final de la expansión setecentista.